Tejidos infieles
Por Ramona de Jesús
Lanzamiento de “El Tejedor en… Berlín” en la galería 18m
6 de Mayo del 2015 a las 18:00 horas
Schöneberg Berlín, Alemania
Para sobrevivir en Berlín hay que aprender a ser infiel. Olvidar las verdades absolutas y entender que nada llega en el tiempo que promete. Que los extraños pueden ser cómplices y que los lazos de sangre pueden construirse en un instante. Cuando el controlador pasa nómina y nosotros, los que viajamos negro, ya estamos listos para protegernos el uno al otro, ya para ser el primero en salir corriendo.
De ésta ciudad me llama la atención, no su paisaje antagónico, pero el despiadado abismo al que apuntan los opuestos. Las múltiples grietas: esos espacios que no profesan fe ni eternas afiliaciones, sino que por el contrario aceptan su existencia perecedera y efímera, pues saben que los intersticios se cubren con cemento.
Infieles y momentáneos somos también la comunidad hispanohablante. Tan reales como invisibles, tan presentes como espectrales. Y fue en un lugar que también se rehúsa a definirse, y que a la vez se define negándose, donde el 6 de Mayo del 2015 la diáspora hispanohablante se reunió con el propósito del lanzamiento de su primera antología de poesía, “El Tejedor en… Berlín”.
La poesía iberoamericana que habla desde Berlín, nos habla ahora a través de su materialización. En ella, al igual que en la galería 18m se cruzan, se rozan, se encuentran y se desestabilizan, líneas que parecen irreconciliables: el apartamento y la galería, lo visible, lo invisible, el espectador, el artista, lo alemán y lo español. Entrar a este lugar es cruzar al mundo al otro lado del espejo, donde un gato gordo existe tranquilo sobre los libros y fanzines, diminutos percheros velan uniformes de colegio y un grupo de poetas habla con la misma naturalidad y torpeza todas las lenguas.
Ese ambiente invita al cuerpo, sin saber por qué, a sentirse intruso, voyeur. Pero en un movimiento simultaneo y contrario, lo invita también a que se desprenda de ese estremecimiento y entienda que ningún lugar es tan inexplicablemente acogedor como la casa ajena. Quizás, precisamente, porque es imposible saber cuando se estará allí de regreso.
Este también es el principio bajo el cual funciona ésta antología: como una rapsoda que cose diferentes voces. Fantasmas del presente, referentes ya desvanecidos, imágenes, canciones y todo lo que es para esta comunidad -que ha escogido el español como idioma poético- familiar y al mismo tiempo enteramente incomprensible.
Al abrir la antología, la lectora (alemana, hispanohablante, portuguesa, la que sea) se precipita a un mundo tan impredecible y familiar como la casa del vecino, el cual al principio observa como si desde una rendija. En un comienzo ve a Berlín infiel, dis-conecta, fragmentaria, pero luego ella encuentra un verso que puede ser cualquiera, por ejemplo:
“YO, EL POETA, amo el amor y el sexo entre conocidos y desconocidos”
Y en esas palabras ella, el poeta, entiende que es en el espacio del medio, por ejemplo, entre la voz y la página, que la experiencia ajena y la primera persona se reconfiguran. Que esta grieta espontanea, pasajera, ofrece una contundente posibilidad de acción y cambio. Es en este momento, presente fragmentado, que podemos jurar amar a todos profunda y verdaderamente; hablar todos los idiomas y ser todos los seres, sin tener que nombrar propiedades ni capitales.
Ahora me pregunto, ¿no es la literatura siempre esta infiel hendidura? ¿Siempre tan real como invisible, tan presente como espectral? ¿Moviéndose continuamente en una hermosa función al fallecimiento?